La compleja encrucijada en que ha caído Venezuela no hay como minimizarla. Abarca todos los pilares que le dan soporte a esa nación. Es el resultado de su manejo errático, no solamente por parte de las varias dictaduras que ejercieron el poder con abyección y perversión, sino también de los gobiernos identificados como democráticos, los cuales obraron con deleznable visión, en detrimento de la estabilidad requerida. Tal fragilidad ha sido fuente irrigadora de los males ahora desbordados. Es la factura por las equivocaciones acumuladas, o por lo que no se hizo como correspondía hacerlo.
La caudalosa riqueza representada por el petróleo venezolano no ha tenido un manejo adecuado. Los dirigentes la han utilizado sin tomar en cuenta el futuro. No se pensó en un desarrollo productivo que garantizara una calidad de vida sostenible para todos. No se tuvo la previsión de generar nuevas fuentes de riqueza en función del bienestar colectivo, con la plena satisfacción de las necesidades en una cobertura generalizada.
Venezuela debiera ser el país en América Latina con los mejores índices de bienestar para su pueblo, sin pobreza y sin déficit en educación, salud, vivienda y seguridad social en general, con la más relevante protección de la naturaleza, para un ambiente despojado de contaminaciones. Una dinámica de ese alcance evitaría la masiva migración de nacionales.
Cuando los pueblos están protegidos por los derechos fundamentales que los sustraigan de negativas condiciones de vida aprecian más a su nación y sienten los beneficios de la democracia. En esas condiciones la libertad no es ficción sino un faro que ilumina el camino de la vida.
Con respecto a la etapa actual protagonizada por el gobierno que preside Nicolás Maduro y el movimiento de oposición en cabeza del excandidato a la Presidencia Edmundo González y la dirigente Corina Machado, la polarización política ha alcanzado una intensidad extrema, con la participación de la comunidad internacional. Desmontar el entramado levantado no es fácil.
Sin duda, el gobierno de Maduro ha fracturado la democracia y el unanimismo de las ramas del poder público en Venezuela tiene características autoritarias y hegemónicas. Las elecciones del 28 de julio de 2024 agravaron la disputa por la falta de credibilidad en los resultados proclamados por el oficialismo. A lo cual se suma el apoyo de gobiernos de varios países a Edmundo González, con el reconocimiento de su triunfo frente a Maduro en las elecciones.
Sin embargo, Maduro ya tomó posesión para un tercer período presidencial. En cambio, la anunciada llegada de Edmundo González para posesionarse, no se cumplió.
¿Qué seguirá?
Si en verdad existe la voluntad de superar la crisis en que está atrapada Venezuela las dos partes enfrentadas debieran deponer sus barreras y trazar un rumbo común para la construcción de un Estado democrático, con las condiciones de estabilidad y nuevas dinámicas en el desarrollo económico y social.
Sacarían a la nación de la dependencia de gobiernos extranjeros proclives a sanciones que contribuyen al atraso y promueven el colonialismo.
Por lo demás, hay que ponerle fin a las narrativas ofensivas que envenenan la realidad con énfasis extremos.
Puntada
Donald Trump asume el 20 de enero la Presidencia de Estados Unidos con la imputación de varios delitos, que, aunque no le imponen sanción de prisión, lo dejan marcado.
Acerca del Autor
Omar Elías Laguado Nieto
Melómano, cinéfilo, hacedor de letras, emprendedor y viajero de este mundo!
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