Por: José Osvaldo Casique Ayala, Abogado y Licdo. en Educación, mención Cs. Sociales Magíster en Matrimonio y Familia, Especialista en Derecho Procesal Civil y Especialista en Derecho Procesal, columnista invitado.
Hoy, cuando camino y contemplo los espacios adyacentes de las calles de la población donde vivo, he descubierto, que no es uno, que no son dos, quizás somos todos, pero lo más triste y doloroso, es que la mayoría son jóvenes, adolescentes y hasta padres de familia que andan por allí, en esos espacios limitados del pequeño territorio adonde un día llegaron por diversos motivos para nunca más salir, y no es que no puedan salir, es que no podrán hacerlo solos, necesitan de la extensión solidaria de otras personas para poder huir de esa cárcel sin muros físicos, pero sí con muros de no lucidez y sin discernimiento, adonde fueron condenados sin juicio previo, por haberse creído más fuertes que la maldad bellaca que ronda en alguna alma ajena, enviados a un mundo del cual es difícil volver, a ese espacio y tiempo donde sus iguales hacen compañía caminando por veredas vacías, vulnerables a todo evento natural o conducta irracional mayor a su propia irracionalidad, tumbados en las aceras, semidesnudos, su poca ropa roída, sucia y mal oliente, sin saber de baños desde hace, quizás mucho tiempo, descalzos, siendo las plantas de sus pies desnudos las suelas de lo que queda de sus cuerpos, están en cualquier lugar sin importarles tal o cual, pues su prójimo es la maldita droga que circula y anda por sus entrañas.
Ellos, envenenados por los mercaderes viles, traficantes de drogas, sin escrúpulos, sentimientos ni amor, esos, a quienes no importa convertir en piltrafas humanas y zombis a lo mas puro de la creación, tarde o temprano han de pagar su acción.
Los otros, los muchos, los espectadores, aquellos que miran tal paisaje urbano dantesco con una frialdad indescriptible, sin pensar, que tal vez, en algún momento, algún ser amado, sino ellos mismos, allí puedan estar.
Que decir, de la academia, de los centros de estudios, de las universidades, he señalado en otras oportunidades que estos no son actores, ni siquiera espectadores, da pena señalarlo, pero no se ve la obra de las referidas instituciones que dan carreras como Psicología, Trabajo Social, Enfermería, Educación, Medicina y Derecho, además de los centros de formación militar, policial y bomberil, cual deber ha de ser involucrar a su alumnado, tomando cualquier asignatura del respectivo pensum de estudios, para iniciarse allí, prestando un servicio social real en la verdadera esencia por la cual escogieron sus respectivas carreras, solo así podremos sacar adelante a una juventud formada en valores para la vida y no en ejecutivos de escritorio sin la menor sensibilidad social.
Lo más penoso es ver a la clase gobernante de espaldas al problema, dónde está el ICBF y su burocracia empleada, el Ministerio de Educación, las Alcaldías y gobernaciones.
Camino y camino por las calles de San José de Cúcuta, en los sectores aledaños a la Avenida Cero, por el parque Santander, por el Centro Comercial Ventura, por mencionar pocos lugares y no veo funcionarios, de los tantos que se suponen formados para atender esta problemática, cumplir con su misión, ¿será que esto es corrupción?, recibir sueldos sin justificar su misión. ¿cuál socialismo?, ¿dónde está? Cuando nuestros muchachos caen derrotados, ante los miserables que venden las drogas ante a los ojos de todos.
Y, qué decir de la constelación de iglesias, acompañadas de pastores y predicadores, incluidas por supuesto aquellas que veneran a Jesucristo pero muy alejadas del Verbo del Señor, no se ven pastoreando a las ovejas extraviadas, pero, como se crecen en el sermón hablando de amor al prójimo. Esto me recuerda, parte de la letra de una canción, que decía así:
“No, no, no basta rezar
Hacen falta muchas cosas
Para conseguir la paz”
Acerca del Autor
Omar Elías Laguado Nieto
Melómano, cinéfilo, hacedor de letras, emprendedor y viajero de este mundo!
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