José Osvaldo Casique Ayala, Abogado y Licdo. en Educación mención Cs. Sociales, Magíster en Matrimonio y Familia, Especialista en Derecho Procesal Civil y Especialista en Derecho ProcesalProfesor universitario de Pregrado y Postgrado
Siempre hemos escuchado, pronunciado, visto o sentido la palabra sociedad, y la mencionamos con tal naturalidad como expresar la palabra vida, estamos impregnados de sociedad desde nuestro nacimiento, venimos de una mujer, no cualquier mujer, sino nuestra madre, oh cómo no saber de aquellos aproximadamente nueve (9) meses que estuvimos en su vientre, de modo tal que dicho vínculo marcará para siempre el resto de nuestros días – es el primer vínculo con otro ser humano – en ese tiempo de gestación, nunca falló el alimento, la temperatura, la luz ideal, la ternura, la caricia, todo lo brindaba ella, nuestra madre, a partir de allí fue aumentando nuestro entorno humano, lo llamamos familia, en ese núcleo se nos enseñó, al igual que caminar, como atender las necesidades básicas propias de todo ser humano, también la familia, debe y ha debido ser la principal escuela de valores, éstos que deben quedar tatuados en nuestro ser, en nuestra alma, a lo extenso de nuestra vida, arraigados para siempre en nosotros, los valores no son tatuajes en la corteza de la piel, que al transcurrir el tiempo, posiblemente queden arrugados como flores marchitas y desdibujados de sus motivos originales.
Los valores, han de ser universales y permanentes, entendidos como aquellos cuya aplicación hacen bien a todos y no menoscaban la dignidad humana, por ser buenos deben trascender de generación en generación.
Hoy día, ahora mismo, cuántos valores se están ultrajando a las personas que están a tu alrededor o a quienes están a mucha distancia de ti. La pregunta es, por qué tanta indiferencia en la sociedad, se supone que el ser humano evoluciona para su bien, si somos gregarios, si debemos vivir y compartir en sociedad, si nos necesitamos desde lo físico – partiendo de la intimidad sexual, donde ha de florecer la nueva vida, como ley universal, para que haya el relevo generacional, para que no se extinga la humanidad – hasta lo espiritual, pasando por el amor, la orientación, la educación, la amistad, el intercambio de haceres y saberes – no todo lo podemos hacer – .
De seguidas, cito una situación que se corresponde con el enunciado de esta columna: el permitir seguir siendo indiferentes a tanta juventud inmersa en la drogadicción, dejados al abandono, en un principio por quienes les proveyeron el fatal veneno, con el fin de llenar sus arcas mal habidas, y obtenidas con la pérdida de estas noveles generaciones y el sufrimiento de sus seres queridos.
No se puede caminar una manzana en el centro de la ciudad de San José de Cúcuta y sus alrededores, sin ver este vergonzoso, triste y lamentable panorama, jóvenes tirados en las aceras o calles, durmiendo o drogándose – cubiertos sus cuerpos por trapos harapientos y lo que debiera ser la lozanía de su joven piel, cubierta de cicatrices – que seguramente cada una de ellas, si pudieran hablar, contarían su propia historia, el por qué fueron causadas en esos cuerpos vulnerables hoy, ya sin discernimiento, ya sin esperanza, ya sin ánimo de vivir – no interesa entrar en elucubraciones, de cómo llegaron a ese estado, el hecho está allí y es lo que importa.
Pregunto, estimados lectores, dónde están y estaban lo burócratas de turno llámense alcaldes, concejales, defensores del pueblo, comisarios de familia, fiscales, gobernador y todos quienes tienen responsabilidad en este asunto, que se convierte ya en una crisis social que debe ser atendida a la brevedad posible – dónde están los recursos económicos que se distribuyen por parte del Estado para atender esta problemática, dónde están los recursos económicos que se entregan a Colombia por parte de los organismos internacionales para atender las necesidades propias de sus connacionales, y de los venezolanos que huyen del régimen de terror que detenta a la fuerza el poder en Venezuela.
Este asunto es delicado, no puede ser menos, es el relevo generacional el que se está perdiendo, pregunto, quién atenderá a estos señores y señoras que hoy ostentan el poder, y mañana muy próximo serán ancianos, a quiénes acudirán para ser atendidos, a éstos jóvenes que dejaron tirados en la calle? sin tenderle la mano, lo cual no es sólo su obligación como burócratas, sino también y más como seres humanos, que como servidores por parte del Estado; éstos deben garantizarles las condiciones mínimas y sus derechos fundamentales – aquí no vale decir que son malvivientes – son seres humanos y deben ser tratados como tales. No interesa si son colombianos, venezolanos o de cualquier país, deben ser rescatados de inmediato por el bien de la sociedad.
Dónde están las dignas autoridades de las universidades públicas y privadas, posiblemente conformando grupos de rescate con los jóvenes que acuden a sus aulas durante aproximadamente cinco (5) años, sería interesante, solidario y dignificante, que realicen allí, en ese campo, en las calles y aceras, su pasantía antes de egresar como profesionales, sean psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros, bomberos, abogados, educadores – vale destacar acá la loable labor que realiza nuestra Policía Nacional – lo ideal sería, que estos futuros profesionales, la mayoría jóvenes – conocieran de primera mano, sus iguales, que están sumidos en las adicciones o tal vez tengan otros problemas de tipo orgánico; tal vez, no tuvieron o no aprovecharon las mismas oportunidades que ellos, los universitarios.
Por otro lado, Cúcuta y sus alrededores, presentan otra cara, donde pululan gigantescas y costosas vallas, donde aparecen rostros bonitos y sonrientes, pidiendo votos al pueblo para su llegada al poder, pregunto, qué aval con la sociedad tienen para pretender llegar a ocupar cargos públicos, dónde está el trabajo en las comunidades mas vulnerables, que han hecho estos señores o señoras, cómo pueden pretender ganar una sola elección, sino sembraron obras para cosechar votos.
No se pretenda elegir a señores o señoras populistas, qué por aparecer en vallas costosas, quieran ser sus representantes, elijan, pero elijan bien, observen su trayectoria de vida y su compenetración con la sociedad ¿cuántos de estos candidatos, han atendido esta dolorosa situación, que viven los jóvenes echados al abandono en la Ciudad de Cúcuta y los municipios aledaños? Y que decir del ICBF, dónde está, solo se ve en la página web institucional, en fotos, mas no se ve en ninguna parte, me refiero a Norte de Santander, cumpliendo con la labor institucional que debe ser su misión.
Soy auténtico, porque digo lo que siento.
Acerca del Autor
Omar Elías Laguado Nieto
Melómano, cinéfilo, hacedor de letras, emprendedor y viajero de este mundo!
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